Ikal nació donde la selva respira, donde los antiguos árboles de ceiba susurran los secretos del pasado. Su nombre significa “espíritu” en la lengua maya. Sus ojos profundos y llenos de alma guardan las historias de sus ancestros, reflejando tanto sabiduría como resiliencia.
Los colores en su rostro no son solo pintura son el lenguaje de la tradición, los ecos de guerreros, sanadores y el vínculo sagrado con la naturaleza.
Mientras lo pintaba, su espíritu emergió un guardián del legado, un puente entre el pasado y el presente. Él es más que un niño; es un recordatorio de que los antiguos caminos aún viven en aquellos que eligen seguirlos.
Cada obra es única y viene acompañada de un Certificado de Autenticidad firmado, que garantiza su originalidad y el uso de materiales de alta calidad